Esta vez me apetecía especialmente asistir, puesto que, aunque ya había coincidido con el viñerón de esta bodega, D'ARVELOS, en un evento anterior, no había tenido la ocasión de probar uno de sus vinos, que me atraía especialmente por la variedad con la que estaba elaborado: caíño tinto.
Pero no nos adelantemos; la joya de la bodega fue, obviamente la última en servirse. Antes del caíño tocaban los dos blancos que elabora la bodega y que me sorprendieron gratamente. La bodega se encuentra encuadrada en un lugar privilegiado, Vilalonga, desde alguna de sus viñas puede verse y respirarse la isla de A Toxa, y toda esa esencia atlántica no puede sino transmitirse a sus vinos. Y lo hace de forma realmente palpable. Ambos blancos están elaborados con 100% Albariño y en ellos se respira la salinidad y la esencia de las Rías Baixas.
El primero en catar, D'arvelos Albariño, me recordó a arena de playa mojada, fresco, salino. De tono amarillo pajizo, resulta ideal para tomar en cualquier ocasión. En boca percibimos la frescura y acidez propia del Albariño, pero con su carácter propio, sin caer demasiado en los sempiternos aromas de piña y fruta tropical, propia de los albariños "hechos en fábrica". Es este un vino que sale de la viña, y como tal refleja las peculiaridades del terreno de donde se extrae la uva.
D'Arvelos, el primer albariño de la cata |
Digo esto, porque el siguiente de la noche fue Torres de Padín, otro 100% Albariño, que sin embargo apareció diferente al anterior. Siendo el proceso de elaboración exactamente el mismo, sin pasar por ningún otro tipo de proceso, ni barricas, ni envejecimiento posterior en botella, la diferencia de color (este útlimo mucho más dorado) y de aroma (más afrutado este último, menos recuerdo a "playa", más a fruta blanca, más aconsejable para compartir con un rico arroz o con platos más elaborados...), obedecen evidentemente a la diferente orientación de la viña de la que se extraen y a su tiempo de insolación.
Torres de Padín, 100% albariño, fabuloso |
Esto no hace, en mi opinión, más que constatar, que en un buen vino influyen muchas cosas, sí, pero sobre todo influye la tierra de la que nacen y las manos que lo elaboran.
Las manos, primero de Leoncio Padín, el fundador de la bodega y quien apostó por arriesgar en un momento en que lo fácil era elaborar sólo con Albariño, decidiendo dedicar parte de sus viñas a ver crecer su caíño tinto, su niño mimado y el que le ha otorgado sin duda la distinción. Las manos, en segundo lugar de su hijo, Lino Padín, que ha tomado los mandos de la bodega, y que está demostrando que se puede continuar con la tradición y mejorarla con su saber hacer.
Lino Padín, hablando de sus vinos |
Darvelos Caíño Tinto, esencia atlántica |
Racimos de caíño tinto durante la vendimia del año pasado |
Gracias VideVide por apostar por los buenos proyectos y por amenizarlo con cosas tan ricas, mmmmmm!!!!
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